Entrevista a Roberto Casares jugador de tenis de mesa profesional de Granada

Entrevista al jugador de tenis de mesa Roberto Casares

Última actualización: 22 de septiembre de 2025Por

A los 17 años, Roberto Casares tuvo la oportunidad de marcharse a Cataluña, donde se encontraba la élite del tenis de mesa español. Sin embargo, decidió quedarse en Granada junto al proyecto de Juan García Collado. Hoy, mirando atrás, no se arrepiente en absoluto.
Para él, haber permanecido en su tierra significó poder triunfar cerca de los suyos, construir una carrera deportiva sólida y, sobre todo, formar una familia. Aunque muchos pensaban que solo en Barcelona podía llegar a lo más alto, nuestro entrevistado demostró que también desde Granada se podía crecer y mejorar como deportista.

Fama local y reconocimiento en Granada

En los años ochenta y noventa, Casares se convirtió en una figura muy conocida en Granada. Sin embargo, lejos de ser un obstáculo, la fama le abrió puertas. Reconoce que nunca le supuso un problema: médicos, instituciones y aficionados siempre le apoyaron. Supo convertir esa visibilidad en un beneficio, manteniendo los pies en el suelo y usándola en favor del deporte.

Fama local de Roberto Casares jugador de tenis de mesa profesional

Rivales que forjaron su carácter

Cuando se le pregunta por sus rivales, Roberto distingue entre David Sánchez y Josep Maria Palés.

Con David no llegó a forjar una gran rivalidad. Recuerda la final de 1981 en Almería, cuando apenas tenía 16 años. Entró a la mesa convencido de que iba a ganar, pero fue David quien se llevó la victoria. Poco después, Roberto consiguió superarlo con claridad y, aunque lo consideraba un jugador excelente, no fue un rival que le marcara profundamente. Sí le dejó, en cambio, una enseñanza clave: el valor de la calma y la frialdad en la competición.

Con Josep Maria Palés, en cambio, la relación deportiva fue mucho más profunda. Palés era un prodigio del tenis de mesa: siendo apenas un niño ya había logrado ser subcampeón de Europa y campeón de España en todas las categorías (infantil, juvenil y absoluto) en un mismo año. Casares lo admiraba tanto que tenía un póster suyo en su habitación; era su referente y su modelo a seguir. Cuando llegó el momento de enfrentarse de igual a igual, vivieron partidos muy igualados, aunque con el tiempo Roberto consiguió imponerse. De ahí nació una de las grandes lecciones de su carrera:

Uno tiene que ganar con sus propios talentos y fortalezas. No se trata de imitar a los demás, sino de mirarse a sí mismo y potenciar lo que te hace único”.

Ese cambio de mentalidad de querer jugar como Palés a querer ganar como Casares se consolidó gracias al trabajo con el entrenador yugoslavo Dusan Ofmanagic, que en apenas un año supo potenciar al máximo sus virtudes.

Los años dorados del CTM Caja Granada

El jugador de tenis de mesa Roberto Casares fue pieza clave del Caja Granada, conquistando 15 ligas consecutivas y convirtiéndose en un referente indiscutible del tenis de mesa español.
Cuando habla de aquellos años lo hace con entusiasmo, como si hubieran pasado ayer. Para él, el secreto del equipo que lideraba como presidente se resumía en tres hábitos fundamentales:

  • Trabajo incansable.
  • No rendirse jamás.
  • Espíritu de lucha constante.

Con esa mentalidad no solo dominaron el panorama nacional, sino que también disputaron la Champions League del tenis de mesa, llevando el nombre de Granada por toda Europa. Aquella etapa, recuerda Roberto, fue el orgullo de una ciudad entera, que sentía que estaba en la cima gracias a su equipo.

El final del CTM Caja Granada y lo que perdió la ciudad

La desaparición de Caja Granada en 2012 fue, para Roberto, un golpe tan duro como una derrota deportiva. El club no solo era el equipo más laureado de Andalucía, sino también el gran referente del deporte en la ciudad. Granada se sentía la mejor en algo gracias a ellos: llenaban pabellones, competían en la Champions y alimentaban la ilusión de miles de niños que soñaban con ser campeones y representar a su tierra en lo más alto.

La ciudad, según este deportista, perdió identidad, ilusión y un modelo a seguir para futuras generaciones.F

Su camino en la élite del tenis de mesa

Novi Sad 1981: convocado con la absoluta, pero sin jugar

Con apenas 16 años fue convocado al Mundial absoluto en Novi Sad. No jugó ni un solo partido, algo que le provocó una enorme frustración. El seleccionador había prometido que quien ganara en los entrenamientos jugaría… pero finalmente no fue así. En aquella época, la federación estaba muy condicionada por los familiares de algunos jugadores.

Lejos de resignarse, decidió mostrar su inconformismo con declaraciones que reflejaban su ambición, lo que reflejaba la impulsividad de un joven que quería demostrar lo que valía. Hoy, con perspectiva, reconoce que no se arrepiente del todo:

“Con esa edad no tienes que ser prudente, sino osado. Esa pasión me llevó a estar donde llegué”.

Los Juegos Olímpicos de Barcelona 92

La noticia de que participaría en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 fue uno de los momentos más especiales de su vida, aunque el camino no fue fácil. Todo empezó cuatro años antes, con un plan de preparación que le obligó a mudarse de Granada a Madrid y Barcelona, un sacrificio enorme en lo personal.

Por otro lado, no solo fue ese esfuerzo lo que lo acercó a Barcelona 92, sino también sus resultados como campeón de España en 1989, 1990 y 1991, que lo consolidaron como uno de los grandes referentes del tenis de mesa nacional. En 1992 no logró revalidar el título, pero aún así cumplía la normativa y tenía ventaja en el ranking. Aun así, la plaza olímpica fue concedida a otro jugador, generando una polémica que incluso llegó al Congreso de los Diputados.

La situación se resolvió cuando la lesión de un jugador abrió una plaza extra para España, y el elegido fue Roberto. Lo vivió como una doble alegría: cumplir el sueño de estar en unos Juegos Olímpicos y sentir que todo el sacrificio y esfuerzo de aquellos años habían valido la pena.

El legado familiar y el vínculo con su hijo Rafael

El legado del jugador de tenis de mesa Roberto Casares

El legado de Roberto Casares en el tenis de mesa se prolongó en su hijo Rafael Casares, que desde muy pequeño sintió atracción por este deporte. Para Roberto fue una mezcla de orgullo e ilusión, como si en Rafa viera una reencarnación deportiva. Padre e hijo compartían una complicidad única que se notaba en cada entrenamiento y en cada partido: si Rafa se enfadaba, él compartía su enfado; si Rafa ganaba, él sentía la victoria como propia.

La desaparición de Caja Granada coincidió con la etapa en la que Rafa apenas era alevín. Roberto, ya trabajando en la banca, no podía entrenarlo como habría querido y su hijo tuvo que trasladarse a Madrid para formarse en la BLUME, el Centro de Alto Rendimiento, lejos de su familia.

Mientras tanto, el derrumbe del tenis de mesa en Granada y su nueva rutina en la banca lo hacían sentirse fuera de lugar y entre todo ello su refugio eran los partidos que iba a ver jugar a Rafa los fines de semana, esto le devolvía la ilusión. Con el tiempo, entendió que su hijo había desarrollado una gran fortaleza mental y era capaz de caminar por sí mismo.

Una retirada en lo más alto

Roberto decidió retirarse en el año 2000, cuando aún se mantenía entre los mejores. No quería alargar su carrera hasta ser tercero o cuarto, prefería marcharse en lo más alto. Además, Caja Granada le ofreció un puesto en la banca, lo que le permitió iniciar una nueva etapa profesional.
Para él, retirarse no fue un final, sino el inicio de su siguiente etapa.

Estilo de juego y fortaleza mental

Entre sus 9 títulos absolutos de campeón de España individual, hay una derrota que Roberto recuerda como un antes y un después: la del Campeonato de España de 1982 en Almería frente a Josep Maria Palés. No fue fácil de digerir, pero en lugar de hundirse decidió apretar los dientes. Aquel tropiezo se convirtió en el impulso que necesitaba,y a partir de ese momento inició una etapa de hegemonía en el tenis de mesa nacional que se prolongó hasta 1997.

Cuando habla de su manera de jugar, se define como un luchador incansable, alguien que nunca se daba por vencido y que basaba gran parte de su éxito en la fortaleza mental. Su jugada más característica era el topspin de revés a bola cortada, un golpe que repetía una y otra vez hasta desarmar a sus rivales. En los momentos decisivos, lo que marcaba la diferencia era su rapidez para tomar decisiones: esa sangre fría le permitía brillar en los finales ajustados y sacar adelante partidos que parecían imposibles.

Reflexiones finales del jugador de tenis de mesa Roberto Casares

Para nuestro entrevistado, el tenis de mesa nunca fue solo un deporte, sino una auténtica escuela de vida. Le enseñó a competir con humildad, a esforzarse cada día y a ser una persona marcada por valores que lo han acompañado siempre. Solo guarda una pequeña espina: que en España este deporte no haya tenido el reconocimiento que merece, pese a la entrega y el talento de tantos jugadores. Él mismo lo resume con una frase muy suya: “me habría gustado que el tenis de mesa fuera un deporte mayoritario y que me hubiera dado mejores posibilidades económicas para mantener a mi familia con más holgura».

A pesar de ello, lo recuerda con la tranquilidad de saber que, al final, lo verdaderamente importante no son los títulos, sino lo que queda después de ellos, los valores y la familia. Su mayor orgullo es su mujer, María Ángeles Castellano, y sus tres hijos, Roberto, Rafa y Mari Ángeles. Ese es también el mensaje que transmite hoy a las nuevas generaciones: los éxitos pasan, pero los valores permanecen.